Político exprimiendo oportunidades (y niños) en campaña
Las escuelas de fútbol son semilleros de talento… y de oportunistas. Un político con «visión» decidió que la mejor forma de «apoyar» el deporte infantil es regalando camisetas que, más que del club, parecen vallas publicitarias ambulantes de su campaña. Su caricatura y su apodo brillan más que el escudo del equipo—porque claro, lo importante aquí no es el fútbol, sino su ego.
¿Se nota que para hacer campaña electoral no dudan en usar hasta a menores de edad… o hay que ponerlo en letras más grandes? Quizás en vez de estampar su cara en camisetas, podría invertir en algo realmente útil, como jugo de pomelo para los chicos. Pero claro, eso no da votos… ¿o sí?
Estacionamiento «controlado»… ¿y tarifado?
La ordenanza municipal que permite estacionar hasta dos horas en las calles adyacentes al mercado es un hermoso adorno legislativo, porque en la práctica, sobre la calle Sgto. Silva, si no sos cliente VIP de los comerciantes, andá buscando lugar en otro barrio. Los dueños de locales se apropiaron de la vía pública, y el municipio mira para otro lado con una vista privilegiada. ¿Regulación? ¿Orden? Parece que no están en el diccionario municipal. ¿O es que hay algún $ecreto bien guardado?
Doña sargenta en un colegio público
En un tradicional colegio de Laurelty, una integrante de la ACE decidió que ella es la verdadera directora, ministra de Educación y hasta dueña del arco iris. Dicen que por su santa voluntad cambiaron el color del uniforme, y además, impide la entrada de estudiantes que aún no lo pudieron comprar. ¿La educación pública es gratuita? Seguro que sí… pero parece que con letra chica. ¿Y la supervisora? Capaz está esperando su turno para pedir permiso antes de poner orden.
Presencia en los barrios… ¿y el caos del centro?
La audiencia pública de la semana pasada nos dejó claro que el intendente de «Sanlo te queremos» conoce todos los barrios (aplausos, por favor). Según él, se hizo y se hará todo lo necesario para mejorar la calidad de vida de los vecinos. Sin embargo, casualmente, nadie habló del caos vehicular en el centro, del infierno de tránsito en el mercado y del desorden generalizado en calles y veredas. Antes nos quejábamos del olvido municipal en los barrios, pero parece que ahora la balanza se invirtió: el centro es tierra de nadie y el transporte público sigue siendo un safari diario. Pero bueno, que siga el show.