Se acerca el inicio de clases y con él, las mismas discusiones de siempre: listas de útiles, libros, uniformes, organización familiar… pero hay un tema que seguimos postergando en Paraguay y que cada año se vuelve más urgente: ¿qué lugar ocupan los celulares en la educación?
A lo largo de los últimos años, algunas instituciones han optado por prohibirlos, otras han intentado regular su uso, y algunas simplemente han dejado que cada docente maneje la situación como pueda. Lo cierto es que los celulares ya forman parte del día a día de los estudiantes, pero eso no significa que sean una herramienta pedagógica adecuada.
Los celulares y su impacto real en el aprendizaje
La evidencia científica es clara. Un estudio del London School of Economics (2015) analizó el impacto de los celulares en las aulas y concluyó que las escuelas que prohíben su uso mejoran en un 6.4% el rendimiento académico de los estudiantes, especialmente en aquellos con más dificultades. No es casualidad que países como Francia o los Países Bajos hayan optado por restringir su uso en clase.
Otro estudio publicado en la Association for Psychological Science señala que el simple hecho de tener el celular cerca (aunque no se use) reduce la capacidad de concentración y memoria. El cerebro está en un estado de alerta constante, esperando una notificación, una vibración, un mensaje. ¿Cómo podemos esperar que los estudiantes se enfoquen en resolver un problema matemático si su atención está dividida entre el contenido escolar y la inmediatez del mundo digital?
En Paraguay, este problema es aún más complejo. Para muchos estudiantes, el celular es su única vía de acceso a internet. Pero, seamos honestos, ¿qué tan educativo es ese acceso? ¿Realmente los estudiantes están investigando, programando o aprendiendo algo nuevo, o simplemente consumiendo contenido en redes sociales?
Digitalidad sí, pero con herramientas adecuadas
Aquí es donde se debe hacer una distinción clave: educación digital no significa dejar que los estudiantes usen celulares en clase. Aprender sobre digitalidad implica desarrollar habilidades reales: programación, pensamiento computacional, resolución de problemas, uso de herramientas digitales para la investigación y la creatividad. Y para eso, se necesitan recursos pedagógicos diseñados específicamente para la educación.
En sistemas educativos de vanguardia, como los de Finlandia o Estonia, la enseñanza de competencias digitales no se basa en celulares, sino en entornos educativos estructurados: laboratorios STEAM, kits de robótica, software de simulación, programación. Los estudiantes aprenden con herramientas diseñadas para enseñar.
Pero mientras insistimos en que se dote de equipamiento real a escuelas y docentes, hay algo que sí podemos hacer con los recursos que tenemos: desarrollar habilidades tecnológicas desde la cultura maker. No necesitamos depender exclusivamente de computadoras o tablets para enseñar pensamiento computacional, resolución de problemas o lógica de programación. Con materiales reciclados, cartón, engranajes caseros, circuitos básicos y estrategias de aprendizaje activo, podemos acercar a los estudiantes a la tecnología de una forma creativa, sin necesidad de depender del celular.
Muchas de las habilidades esenciales para el futuro (como el diseño, la experimentación, la creatividad y la resolución de problemas) pueden desarrollarse de forma desconectada. Sin embargo, esto no debe ser una excusa para que las autoridades sigan postergando la inversión en infraestructura tecnológica. Aprender con cultura maker es una excelente estrategia, pero debe ser complementaria a un verdadero acceso a tecnología educativa de calidad.
El debate que deberíamos estar teniendo
El inicio de clases debería ser el momento perfecto para abrir este debate. No se trata de prohibir por prohibir, ni de adoptar tecnología solo por moda. Se trata de preguntarnos si realmente estamos enseñando con las herramientas adecuadas.
El celular puede ser útil en momentos específicos, pero no puede convertirse en el centro de la educación digital. No podemos seguir confundiendo el acceso a la tecnología con el desarrollo de habilidades digitales.
Si queremos preparar a los estudiantes para el futuro, el camino no es dejarlos con sus celulares en clase. Es ofrecerles espacios de aprendizaje con equipamiento real, que los desafíe, que les enseñe a pensar, a resolver problemas, a crear. Mientras tanto, podemos aprovechar la cultura maker y los materiales accesibles para trabajar habilidades tecnológicas desde lo tangible.
El problema no es la tecnología. El problema es cómo la usamos. Y esa es una discusión que ya no podemos seguir postergando.
Profesora Bárbara Avalos