Hasta eso es un misterio en San Lorenzo. Nadie sabe ni sabrá jamás la fecha exacta de la fundación de la ciudad. El “diez de agosto” –aniversario de San Lorenzo- no es una fecha real, sino una consecuencia de la confusión. Cómo nadie puede afirmar, ni comprobar el día exacto de la fundación, las autoridades optaron por el santoral.
Y como la ciudad universitaria lleva el nombre del mártir romano Lorenzo, fue mucho más fácil poner -como cumpleaños de la ciudad-, el trágico día en que el jóven romano fue torturado hasta la muerte. Por ello es que –salvo que se encuentre algún documento del Capitán General-, nunca sabremos el día de la real fundación.
Aún con esa pequeña herida cronológica en nuestra memoria, podemos revisar la historia, a través de los diferentes “diez de agosto” que acontecieron en el tiempo.
10 DE AGOSTO DE 258
El jóven Laurentius, fue uno de los diáconos de las siete regiones en que se dividía la ciudad de Roma. Como diácono fue encargado de administrar los bienes y de proteger a los pobres de su zona. Pero Lorenzo –además- llevaba un ordenado archivo con toda la información civil de su región. Era como un “Registro Civil” de la época.
Quizás por ser organizado, y por ser un eficiente administrador, inmediátamente fue “marcado” por los esbirros del emperador Valeriano quien había prohibido la práctica del cristianismo y las reuniones públicas no autorizadas. Finalmente fue detenido, e interrogado: querían saber dónde se ocultaban los tesoros de los cristianos.
Lorenzo –dice la leyenda- prometió traer y mostrar a sus torturadores esos tesoros que tanto buscaban, y para ello les presentó a los pobres y enfermos de su comunidad. Aquellos a los que se ayudaba gracias a las ofrendas y diezmos que administraba. Esto fue considerado como una irónica burla, por lo que las autoridades lo ejecutaron.
Su ejecución fue lenta y dolorosa: lo quemaron en una parrilla. Sus verdugos tenian la esperanza de que “hablara” y por ello se ensañaban con él. Pero los narradores de la época cuentan que el dolor parecía animar más a Lorenzo, quien incluso bromeaba diciendo “que no lo estaban cocinando bien porque aún estaba cruda su carne”.
10 DE AGOSTO DE 1604
Ese año no hubo fiesta patronal ni romerías. San Lorenzo no era ciudad y ni siquiera existía en los mapas. Solo era una extensa franja de terreno que se describía en el título de propiedad del Comendador Francisco Cuevas. Las tierras iban desde Tapyipery -Fernando de la Mora- hasta casi tocar el arroyo San Lorenzo.
Este antiguo territorio, fue llamado en ese entonces Balsequillo -Hoy Barcequillo- y su principal recurso era el agua de la «Laguna Parra» que permitía los asentamientos de colonos, la agricultura y la cría de animales para producción de carne salada y cueros. Aquella laguna estaba a unos 100 metros de la ruta Mariscal Estigarribia -actualmente zona norte de Fernando de la Mora-.
10 DE AGOSTO DE 1698
El sacerdote jesuita Martín de Yegros, quien vivía en la ciudad de Córdoba (Argentina) donó al Colegio Jesuítico de Asunción todos sus bienes y propiedades ubicados en «la provincia del Paraguay». Ya que desde tan lejos, no podía gobernar sus propiedades.
Entre esas propiedades se encontraban «las tierras del Campo Grande», también llamadas del Ysati, que estaban densamente pobladas de encomenderos.
En estos días teníamos otro comendador, ya que desde 1661, los títulos de las tierras pasaron a nombre de don José Vanguelles. De hecho la economía local era próspera, porque aquel agreste territorio comenzó a poblarse rápidamente. Tanto así que en 1704, Antonio Escobar, Gobernador del Paraguay, hizo un padrón de la población.
10 DE AGOSTO DE 1704
Apenas empezaba el siglo 18, y ya se producía el primer conflicto de tierras en el Ñu Guasu: los jesuitas que venían con los títulos del pa’i Yegros se enfrentaron con los habitantes y productores asentados hacía 40 años por el Comendador Vanguelles. Los religiosos –que ya no eran tan humildes como el jóven Lorenzo- reclamaban una gran propiedad. Actualmente sería desde Calle Última (Asunción) hasta el arroyo Tayuasape (Capiatá) y desde la Cañada Solís (Luque) hasta San Lorenzo de la Frontera (Ñemby).
Hacia el extremo Este de Barcequillo, se edificó una humilde capilla que fue destinada a la realización de actos religiosos y a «la cristianización de los aborígenes». Inmediatamente, y además de las viviendas de los antiguos encomenderos, se comenzaron a edificar las casas de los religiosos, y los lugares de almacenamiento de los productos agrícolas.
10 DE AGOSTO DE 1733
Según los antiguos registros españoles vivían en estos lugares varios de los criollos que acompañaron a José de Antequera en la revolución comunera, lo que pone a los sanlorenzanos como pioneros en el municipalismo y en las democracias de toda américa: mucho antes de la independencia norteamericana y de la revolución Francesa.
Mientras tanto, los jesuitas no eran ajenos a los manejos políticos de la provincia. En numerosas ocasiones tomaron partido en contra de los comuneros, lo que significó para un fuerte conflicto entre ambas partes. Ya en 1648 los jesuitas expulsados por el Gobernador Fray Bernardino Cáceres, pero fueron perdonados a pedido del Cabildo.
En 1724 Antequera y Castro los volvió a echar de la región, y en 1733, el pueblo se levantó en armas contra los Jesuitas, a los que culpaban de la ejecución de Antequera. Además los agricultores y ganaderos no podían competir con la poderosa empresa jesuítica, cuyas plantaciones tenían ejércitos privados, yni siquiera pagaban impuestos.
10 DE AGOSTO DE 1775
Los permanentes problemas y conflictos perjuficaban la economía. Las chacras dejaban de producir y no se pagaban impuestos. Harto de las quejas y de las malas finanzas el rey Carlos III ordenó 1767 la expulsión definitiva de los Jesuitas de todos los territorios españoles. En Paraguay, el Gobernador Carlos Morphy demoraba el cumplimiento de la expulsión de modo que fue cambiado por el Coronel Agustín Fernando de Pinedo.
El flamante Gobernador Pinedo procedió a la incautación de las tierras que los Jesuitas poseían en Paraguarí y San Lorenzo y a formar una villa en cada uno de dichos centros poblados. Era allá por 1775. Don Juan Speratti escribió: «la formación de la Villa de San Lorenzo no arrancó de un acto de fundación conforme a las ceremonias y solemnidades de la época, sino de un simple acto administrativo de Gobernación: la incautación de la finca de propiedad del Colegio y la formación de la Villa».
10 DE AGOSTO DE 1856
Debido a que la urbanización estaba en lo alto de una loma, los vecinos debían caminar más de 1000 metros para aprovisionarse del agua de un Ycuá. Además la vieja capilla –que era el centro del pueblo- estaba en ruinas y debía ser reemplazada. Una gran sequía obligó a los pobladores a mudarse más al norte, a la vera del arroyo.
El gobierno ordenó la demolición de la vieja capilla de los Jesuitas, y la construcción de otra nueva. El lugar que fue abandonado por los pobladores, desde entonces se llama «Capilla Cué». La nueva iglesia, se consagró a San Lorenzo, en setiembre de 1853, rodeada de precarias casitas ubicadas en el actual microcentro de la ciudad. Frente a la Capilla Pyahu se encontraba un campo abierto, donde los antiguos sanlorenzanos se reunían por motivos religiosos, civiles y hasta en las guerras. Ese campo es actualmente la Plaza Cerro Corá.
En 1856 durante el gobierno de Carlos Antonio López San Lorenzo cuatro escuelas con: 79 alumnos en Barcequillo, 103 alumnos en Tapi’i perî (Fernando de la Mora), 104 alumnos en Tayuasape, y 40 alumnos en Reducto.
Con la mudanza de la ciudad, también se abrió un nuevo cementerio que fue inaugurado en 1850 entre las actuales calles Defensores del Chaco, Rodríguez de Francia y Saturio Rios.
San Lorenzo del Campo Grande era en esos años un enorme bosque de grandes árboles que eran explotados por los habitantes de la época para la venta de «rajas»que alimentaban las calderas de los barcos a vapor que surcaban los rios Paraguay y Paraná. El principal medio de transporte de la época, aparte de las carretas eran los barcos, y poco más tarde se sumó el ferrocarril que también funcionaba a vapor.
10 DE AGOSTO DE 1870
Apenas comenzaba a organizarse lo que sería la futura ciudad de San Lorenzo, cuando estalló la terrible guerra de la triple alianza. Por ese entonces San Lorenzo era vital para la armada paraguaya ya que proveía toneladas de leña para calderas y «15 mil liños de algodón por año» para uniformes, carpas y vestimenta de los combatientes.
Pero los sanlorenzanos no solo ayudaban con materias primas: durente la guerra grande las siete compañías de soldados enviados por nuestra ciudad fueron auténticas leyendas por sus acciones valientes, heróicas, e incluso decisivas para la victoria en varias batallas.
Nuestra ciudad se cubrió de gloria con las Compañías 1ª y 2ª de Yatayty, la 3ª Compañía Capiipery, la 4ª Compañía Barcequillo, la 5ª Compañía Reducto, la 6º Compañía De los Pardos, y la 7ª Compañía de Morenos Africanos. 534 sanlorenzanos marcharon al frente de batalla, incluyendo soldados, sub oficiales y oficiales.
Es digno mencionar que entre los mártires de Acosta Ñu, se encontraron varios niños sanlorenzanos: Juan Delvalle, Ignacio Leguizamón, Juan Acosta,Roque Ocampos, Mario Rolón, Vicente Céspedes, Praxeres Vera, Delos Santos Martínez, Máximo Orué, Francisco Alonso, Juan Franco, Justo Riveros, Justo Insfrán y Benigno Riquelme García.
10 DE AGOSTO DE 1884
El 7 de junio de 1882 se promulgaba la primera Ley Orgánica Municipal. Dos años despúes, ell 17 de agosto de 1884 se llevaron a cabo las primeras elecciones municipales en San Lorenzo. Fueron electos 4 concejales y dos suplentes para la primera Junta Municipal democrática de la ciudad. Los concejales electos fueron: Reyes Chamorro (Presidente), Pablo Recalde, Juan F. Patiño, Joaquín da Cruz, Alejandro Velilla, y Manuel Villa. Fue presidente de esta corporación don Reyes Chamorro.
La iglesia que antaño había mandado edificar Don Carlos no poseía hasta entonces ni torre ni campanario, y la Junta resolvió su construcción el 13 de noviembre de 1886. La torre de 10 metros de altura, tardó más de 12 años en terminarse, siendo su campana donada por el Ministro Rufino Mazó.
10 DE AGOSTO DE 1900
Durante 42 años –desde 1894 hasta 1936- la ciudad tuvo su propio tren que la unía con la capital del país. El trencito de San Lorenzo salía del Belvedere de Asunción (España y Brasil), circulando por la actual avenida España. Giraba donde está el actual edificio de la A.N.D.E. (Calle Padre Cardozo) y saliendo atrás de la cancha del Club Olimpia tomaba la antigua avenida Colombia (hoy avenida Mariscal López).
Había paradas en cada kilómetro y eran denominadas Para 1, Para 2, Para 6, etc. De allí el nombre que se le da al Club Olimpia, dado que en ese lugar estaba la primera “para” del tren. Las vías seguían por la actual Boggiani hasta Mariscal Estigarribia (por entonces llamada calle de San Lorenzo), y por esta ruta hasta la Para 17.
Esta parada ubicada en el cruce del Arroyo San Lorenzo, era el lugar donde el maquinista cargaba los tanques de agua de la locomotora. Arrancando nuevamente en una larga curva ascendente hasta llegar a la Av. Defensores del Chaco. En el lugar donde se encuentra el actual monumento a los Héroes del Chaco, estaba la Para 18, lugar donde el ferrocarril se detenía en cada cuadra hasta llegar a la Estación Terminal (España y Defensores del Chaco).
Si hoy nuestra columna mbeguemi hace una pausa en su justa labor de denunciar, mostrar, señalar, y advertir, solo se debe a que como sanlorenzanos nos sentimos orgullosos de nuestros orígenes, y rendidos de admiración y respeto por nuestros ancestros.
El homenaje y reconocimiento a nuestro pueblo y a nuestra ciudad merecen un tiempo y un espacio especial. Porque la memoria es el mejor monumento a nuestros héroes.
Aquellos que hoy han convertido a esta ciudad, cuna del municipalismo y pionera de la lucha por la democracia de América en un antro de corrupción… también serán recordados. Pero sus memorias y sus descendientes deberán cargar con la pesada roca del oprobio público que, más siempre deberán cargar sobre sus espaldas y sobre su conciencia aquellos que han defraudado a su patria y a su pueblo.
Perdonar es divino, olvidar es injusto, e ignorar es perverso.