Salud mental, una problemática grave y no tratada a tiempo

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La salud mental es un estado de nuestro vivir, que incluye nuestro bienestar emocional, psíquico y social. Se manifiesta en la forma de cómo pensamos, sentimos y actuamos cuando lidiamos con la vida. También nos determina en cómo afrontamos y manejamos el estrés, y nos relacionamos con otras personas, para la toma de decisiones. La salud mental es transversal e importante en todas las etapas de la vida, desde la niñez  y la adolescencia  hasta la edad adulta y la vejez”, manifiesta la Psiquiatra Infanto-Juvenil, Dra. Viviana Riego, de la Cátedra y Servicio de Psiquiatría del Hospital de Clínicas de la FCMUNA.

 

En ese contexto de la salud mental, se tienen en cuenta para su construcción, aspectos que hacen a la historia de las personas, sus familias y acontecimientos vividos, como elementos fundantes de dar cuenta de la realidad; “En ese contexto la mirada integral se constituye en las dimensiones biopsicosocial”.

 

En ese proceso de vivir, existen etapas de transición, que pueden verse afectadas por situaciones difíciles, que se constituyen en crisis. Estos como momentos de escasa respuesta a situaciones nuevas impactan de diferentes maneras, de acuerdo al potencial de cada persona.

 

Una de las expresiones de estas crisis son las enfermedades mentales; estas son condiciones graves que pueden afectar la manera de pensar, de sentir, el humor, así como de su comportamiento.

Dra. Riego

Existen muchas causas de enfermedades mentales. Sus genes y su historia familiar pueden jugar un papel importante, como así también sus experiencias de vida, su historia de afrontamiento al estrés o una historia de abuso. Otras causas pueden ser biológicas de causas médicas, por tóxicos, traumatismos, infecciones, etc.

 

Los trastornos mentales deben ser mirados como una enfermedad más, es una de las propuestas contra el estigma. En ese sentido el grave problema afecta no solo a los pacientes sino a sus familias, por eso muchas veces no son tratadas a tiempo y sufren discriminación por parte de la sociedad e incluso sus propias familias y amigos”, señaló.

 

La depresión mayor es la primera causa de suicidio en el mundo y la de mayor problema en salud pública. Esta afecta a alrededor de 340 millones de personas en todo el mundo, con una prevalencia estimada del 15 al 25 %; y en cuanto a los datos de suicidio cada caso es una tragedia.

 

Se calcula que cada año se suicidan más de 800.000 personas, y por cada una de ellas se cometen muchos intentos de suicidio.

En un estudio reciente llevado a cabo en la ciudad de Dinamarca se observó que el 46,5% de los adolescentes que intentan el suicidio quieren morir realmente, y que apenas el 2,5% solo “quiere llamar la atención”, lo que contradice  la idea de que los adolescentes usan el intento de suicidio solo para atraer la atención hacia sí mismos; En cuanto a los datos a nivel nacional, los recolectados sobre suicidio y tentativa de suicidio durante el período de 2011-2015 de la planilla de datos estadísticos de la Dirección General de Orden y Seguridad de la Policía Nacional del Paraguay se registraron 2609 casos entre los cuales 1920 cometieron suicidio y 689 personas tentativa de suicidio”, explayó.

Los suicidios son prevenibles. Cada 40 segundos se suicida una persona en alguna parte del mundo y muchos más intentan suicidarse. Se cometen suicidios en todas las regiones del mundo y a diversas edades. Entre jóvenes de 15 a 29 años de edad, en particular, el suicidio es la segunda causa principal de muerte a nivel mundial. Cada año, por cada suicidio cometido hay muchos más intentos de suicidio. Significativamente, un intento previo de suicidio es el factor de riesgo más importante de suicidio en la población general.

Métodos suicidas. La ingestión de plaguicidas, el ahorcamiento y el uso de armas de fuego se encuentran entre los medios más frecuentemente utilizados para el suicidio a nivel mundial, pero también se recurre a muchos otros métodos, que varían según el grupo de población.

La mayor cantidad de suicidios fueron cometidos por hombres, mientras que la tentativa de suicidio por mujeres. “La tasa de suicidio por año en dicho período fue de 5,85 y la de intento de suicidio fue de 2,102. El grupo etario con mayor frecuencia de suicidio fue de 18 a 29 años. Los datos reunidos prueban que el método más utilizado para cometer suicidio fue el ahorcamiento, y para intento de suicidio, arma blanca”, manifestó la especialista.

Los efectos sobre las familias, los amigos y las comunidades son terribles y de amplio alcance, aun mucho tiempo después de que un ser querido se haya quitado la vida. Lamentablemente, el suicidio no suele priorizarse como un importante problema de salud pública y sigue siendo un tabú y el estigma alrededor del suicidio persiste y muchas personas no buscan ayuda o quedan solas. Y si la buscan, muchos sistemas y servicios de salud no logran proporcionar una ayuda oportuna y eficaz.

 

Muchas veces hay varios factores de riesgo que actúan acumulativamente para aumentar la vulnerabilidad de una persona al comportamiento suicida.

 

Entre los factores de riesgo asociados con el sistema de salud y con la sociedad en general figuran las dificultades para obtener acceso a la atención de salud y recibir la asistencia necesaria, la fácil disponibilidad de los medios utilizables para suicidarse, el sensacionalismo de los medios de difusión en lo concerniente a los suicidios, que aumenta el riesgo de imitación de actos suicidas, y la estigmatización de quienes buscan ayuda por comportamientos suicidas o por problemas de salud mental y de consumo de sustancias psicoactivas.

 

Entre los riesgos vinculados a la comunidad y las relaciones están las guerras y los desastres, el estrés ocasionado por la aculturación (como entre pueblos indígenas o personas desplazadas), la discriminación, el sentido de aislamiento, el abuso, la violencia y las relaciones conflictivas.

 

Y entre los factores de riesgo a nivel individual cabe mencionar intentos de suicidio previos, trastornos mentales, consumo nocivo de alcohol, pérdidas financieras, dolores crónicos y antecedentes familiares de suicidio.

 

Las estrategias para contrarrestar estos factores de riesgo son de tres clases. Las de prevención “universal”, diseñada para llegar a toda una población, pueden procurar aumentar el acceso a la atención de salud, promover la salud mental, reducir el consumo nocivo de alcohol, limitar el acceso a los medios utilizables para suicidarse o promover una información responsable por parte de los medios de difusión.

 

Las estrategias de prevención “selectivas” se dirigen a grupos vulnerables, como los compuestos por personas que han padecido traumas o abuso, los afectados por conflictos o desastres, los refugiados y migrantes y los familiares de suicidas, mediante “guardianes” adiestrados que ayudan a las personas vulnerables y mediante servicios de ayuda como los prestados a través de líneas telefónicas.

 

Las estrategias “indicadas” se dirigen a personas vulnerables específicas mediante el apoyo de la comunidad, el seguimiento a quienes salen de los establecimientos de salud, la capacitación del personal de salud y una mejor identificación y manejo de los trastornos mentales y por uso de sustancias. La prevención también puede fortalecerse gracias a factores protectores alentadores, como relaciones personales sólidas, un sistema personal de creencias y estrategias de afrontamiento positivas.

 

Dados los múltiples factores que intervienen en el comportamiento suicida y las numerosas vías conducentes al mismo, las actividades de prevención del suicidio requieren un enfoque multisectorial amplio que aborde los diversos grupos de población y de riesgo y sus contextos a lo largo de todo el ciclo de vida.

Es imprescindible crear estrategias de prevención de suicidio a nivel nacional, adaptadas a las características de nuestra población, debido a que en los últimos años en nuestro país la tasa de suicidio ha ido en aumento y más aún por población afectada”, puntualizó la psicóloga.

Fuente:  Dpto. de Comunicación Social UNA

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