En esta cuarta entrega se expone la historia del Cine Gloria de San Lorenzo, lugar que por años convocó a sanlorenzanos para mirar y admirar grandes film de esa época.
Gentileza: Silvio Avalos Sánchez
HISTORIA DEL CINE GLORIA (1940-1967)
Por Esteban Estragó Bieber. Octubre de 2011.
(Cortesía del Centro Cultural “Mario Z. Meyer” de San Lorenzo).
Vagos recuerdos, refrescados por relatos escuchados en mi niñez, me llevan a ubicarme en un depósito de frutos del país que a principios de 1940 se convirtiera en el cine Aurora, el primero de San Lorenzo. Hasta pasada la época de la Guerra del Chaco el trencito pasaba por enfrente. En el título de propiedad constaba que lindaba con la propiedad del Tranway, pues se encontraba a cien metros de la estación terminal.
El apreciado vecino Don Mario Z. Meyer explotó por un tiempo esa sala. Todavía recuerdo haberlo visto, más de una vez, yendo en bicicleta a Fernando de la Mora a llevar o traer las bolsas de películas, que mi padre Esteban Estragó Trías (ex alumno de la Escuela España), propietario de los cines España de la capital y Terraza de Fernando de la Mora, traía de Asunción.
Tal vez a instancias de Don Mario, mi padre se decidió y compró el local en 1945 cambiándole el nombre por el de Cine Gloria y se lo alquiló al Sr. Amoriza por varios años. A efectos de ampliar y mejorar las comodidades para el público, mi padre hizo construir una moderna terraza (1954). Es así como el Cine Gloria llegó a contar con un salón para las noches de invierno o los matinée y una terraza para las noches calurosas, donde se congregaban 700 a 800 espectadores en las funciones más exitosas.
El cine adquirió gran prestigio como sala del interior, confirmado por la exhibición de películas de estreno, simultáneamente con el Cine Victoria de Asunción.
A la muerte de mi padre, recibí como herencia en 1964 el local del cine con una vivienda, situada a la derecha del mismo. A fines de ese mismo año se derrumbó parte del antiguo salón, motivo por el cual yo, Esteban Estragó Bieber, me mudé por varios años a San Lorenzo con mi señora e hijos Rossana y Esteban, decidiéndome a la reconstrucción y ampliación del salón, montando además una pequeña librería en el hall del salón de invierno. Felipe Salomón era el intendente entonces.
Para mejorar la acústica del salón mandé construir un cielo raso de pirí porque no se entendían mucho los diálogos por el sonido, especialmente en las películas mejicanas. Para refrescar en el verano contaba con dos ventiladores de techo y seis de pared comprados del Cine España, y para contrarrestar el frío del invierno, en la parte de atrás del salón se ponía un brasero grande y la gente se iba un rato a calentarse las manos y volvía a sentarse.
Eran tiempos en que la propaganda la realizaba con un auto NSU blanco, provisto de un parlante sujeto al techo, con el cual recorría las tranquilas calles de tierra y caminitos vecinales, a veces tirando volantes o caramelos para atraer la atención de los vecinos.
Como no había mucho público, solía promocionar el negocio obsequiando un boleto al miembro de una familia y como no se acostumbra asistir solo, tenía asegurada la venta de uno o varios más. También se realizaban funciones a beneficio, generalmente de una escuela (el 50% de lo vendido quedaba para la Cooperadora) y tenía lugar los martes, día de entrada popular o los domingos de tarde.
El operador se llamaba Catalino. Se había interiorizado del oficio en el Cine España y en el control estaba un hojalatero polaco (se dedicaba generalmente a soldar los ataúdes) y cuando algo fallaba en la proyección, recuerdo que el público siempre chingaba al pobre polaco.
Organicé programas especiales en el Cine Gloria, como los bailes de carnaval. El primer año se sorteó por la entrada un juego de living, pero tanto el Cine Gloria como los bailes no eran tan multitudinarios como en otras ciudades.
Además implementé los programas en vivo, los miércoles con funciones de festivales musicales, cómicos, escolares o las famosas funciones de radio teatro, adaptadas de las radionovelas de los programas que se transmitían por radio diariamente y tenían expectantes a las abuelas, tías y a toda la familia. Las mujeres especialmente seguían las radionovelas diariamente y al asistir a la función teatral se escuchaban en la sala sus llantos. “Vivían” realmente cada escena y a la salida era común que algunas esperaran a los actores malos para retarles por su maldad o consolar a los que sufrieron alguna pena.
La repercusión de estas obras melodramáticas como “El León de Francia” del escritor Rogelio Silvero o “Gastón Gadín” fue increíble. Los comentarios se prolongaban por meses. Me viene a la memoria una noche muy especial que presentamos una obra de Manuel Ortiz Guerrero y para la que fue invitada especialmente Dalmacia, su esposa, que vivía con su hijo en las afueras de San Lorenzo. Recuerdo haberla visitado para tal efecto y con orgullo me mostró un montón de papeles de obras inéditas del gran autor nacional.
Para sumar más atractivo a la cartelera con regularidad contrataba veladas u obras teatrales directamente del Teatro Municipal de Asunción. Es así, como los vecinos sanlorenzanos pudieron admirar a grandes nombres de la escena nacional como Ernesto Báez, Carlos Gómez, Emigdia Reisofer, José L. Melgarejo (sanlorenzano), José Olitte, Compañía Sánchez-Pastor, Los Compadres y Jacinto Herrera.
Este último amigo personal, con quien tenía un acuerdo: Luego de bajar de cartelera en Asunción, la primicia era para el Cine Gloria, con la condición de que yo debía ofrecer una gran cena para todo el elenco y personal auxiliar. Así él se libraba de los gastos de agasajar a su elenco por las actuaciones en el Teatro Municipal, y nuestra sala podía ofrecer un espectáculo de gran nivel.
Las funciones de teatro eran la gran oportunidad de ver personalmente a los actores en el escenario del Cine Gloria ya que no existía la televisión, en ese entonces el público acudía en familia, a pie, a caballo, o en carretas que dejaban en el gran patio a la izquierda del local.
Entre los espectadores y vecinos más asiduos recuerdo a las familias Sardi, Aponte, Ferreiro, Alsina, Ferrás, Almada, Lluis O’Hara, Espínola, etc. Ya en 1967 vendí las instalaciones al comisario Carlos Schreiber, que siguió explotando el mismo negocio y tiempo después se mudó con su familia al mismo.