La no realización del desfile estudiantil en San Lorenzo causó reacciones negativas en especial de la población joven estudiantil, al que se agregó el “silencioso” enojo de varios encargados de instituciones educativas que incluso ensayaron desde marzo pasado. Entre los motivos esgrimidos por el intendente Albino Ferrer figuran compromisos económicos (en especial con la Cooperativa) y que siempre es una carga más para el ya caótico tránsito vehicular de la zona céntrica. Lo que sí se puede afirmar, es que las horas cátedras perdidas durante los ensayos de marzo y gran parte de abril es por la irresponsabilidad de Ferrer y sus principales asesores por el tardío aviso de la no realización de dicho evento patriótico estudiantil.
No obstante, fuentes cercanos al intendente, comentaron a nuestra página que en realidad la intendencia municipal tenía temor a que dicha afluencia de gente podría ser aprovechada para algunas que otras manifestaciones en contra, ya que actualmente la administración comunal no goza de la “simpatía” de gran parte de la población.
El miércoles 13 de abril el concejal colorado Nelson Peralta, había presentado una minuta donde planteó la realización de un desfile estudiantil para el sábado 14 de mayo sobre la calle Tte. Benítez. Luego en una muestra de improvisación recién en los últimos días de ese mes ya cuando los estudiantes estaban prácticamente culminando los ensayos e incluso comenzaron con los gastos, el intendente Ferrer daba el aviso de que la parada estudiantil quedaba suspendida.
Ciertamente algunas opiniones reflejan que los desfiles estudiantiles son un “vyroreí” y que los jóvenes pueden demostrar patriotismo a través de otras acciones. Pero no menos cierto es que una administración municipal debería demostrar más respeto a la juventud estudiosa de la ciudad dando el aviso de “no realización del desfiles estudiantil” antes de que empiecen los ensayos, que dicho sea de paso en éste año fueron horas cátedras perdidas por culpa de la improvisación de Ferrer y sus asesores principales.
Editorial