Por «El 1000 Ledesma
Con el tercer paso dado, ya mi mente entra en territorio de paz, sin una atávica corbata o un subyugante uniforme, recorro mentalmente los pasajes más perennes de la vida en la ciudad universitaria. Caminar por La Ciclovía (como si no existiera otra), es pisar la realidad presente para acomodar el futuro, con todas las alternativas como aquel caminante que hace camino al andar.Un hermoso jardín de mi ciudad, donde confluyen esperanzas y suspiros, donde se convive con la naturaleza y se persigue la salud paso a paso.
La barriga cervecera se luce sin rubor en una apretada prenda soñando erradicarla rápidamente, pero sin dejar de beber. En el estacionamiento se presumen “autazos” y “camionetazas”, lo que significa que la fauna sanlorenzana se encuentra reunida en un solo circuito, un gran zoológico donde muchas veces los ganzos son los más cuerdos. Si llegas a caminar de contramano, se aproximan a ti como en una pesadilla o como afiches en 3D, los “ex” y los “actuales” profesores, compañeros de colegio, intendentes, concejales, directores de entes, alguna que otra “modelí¨” con cara de ingenua y mirada de forajida, mezclados en una sola cápsula con los de a pie, con los muertos, rememorando dicha ensalada de figuritas el famoso Balneario Yberá de otros tiempos.
Pero qué más da, La Ciclovía no es la gente que la visita, sino que es un espacio paradisíaco que soporta todo, donde uno debe ir a despejar la mente y ordenar su mañana, siendo una de las condiciones para lograr este objetivo que en ningún momento debe caminarse de contramano. ASÍ LO VEO YO.